Mentoría de una Dómina aprendiz

Microrrelato de una sesión escrito por una de mis Dominatrices en prácticas.

«Llego a casa. No dejo de pensar en lo que acabo de vivir. Mistress Bibianne ha querido contar conmigo para esto. Es un honor para mí. Vengo preparada, puntual. Traigo mi libreta para tomar apuntes. Me visto de negro, me aliso la frondosa y larga melena. Y cuando suena el timbre, empieza la acción. No puedo evitar sonreír al ver al cachorrito que se presenta ante nosotras. Me pregunto qué hará Mistress Bibianne con él. Anoto las primeras órdenes que le da, que son servirnos el té, junto a unas galletas que él mismo ha traído. Lo hace con la boca, sin poder hablar. A Mistress Bibianne no le interesa oírlo, solo que obedezca. Es un objeto, lo trata como tal. Nos complacen las galletas: son de primera calidad, tal y como corresponde a un perrito fiel a su dueña. Pero eso no lo salvará de lo que le espera. Mistress Bibianne lo usa a su antojo, lo pasea, se monta sobre él, le estimula los pezones y yo miro, anoto y miro otra vez. Me fijo en esa colita tierna y roja que va despertando. Deseo tocarla, acariciarla por dos segundos mientras está castigado en la jaula, solo para disfrutar de su frustración todavía más. Pero soy una Mistress en prácticas, poseo autocontrol, disciplina y sé muy bien por qué estoy aquí. He venido a observar y aprender. Así que eso hago, lo perforo con mis ojos pardos sabiendo que será castigado si olvida su lugar. Los azotes se oyen fuertes, claros. Representan poder. Autoridad absoluta, una magia oscura y desbordante que escapa de la fusta y se cuela entre las pieles del pobre, pobre cachorrito, que gimotea sin parar. Ni la mordaza lo silencia. Y eso, como es de esperar, disgusta más a Mistress Bibianne. Al salir, soy alguien distinta. Más cultivada, más ilustrada. He observado a una de las mejores en acción emplear su maldad, en un entorno consensuado y seguro. Estoy convencida de que, aprendida la lección, el perrito volverá suplicando por más.»

-Lady Kris

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